Historia del Equipo Misionero Sin Fronteras USA PERU

Historia del Equipo Misionero Sin Fronteras USA PERU

La historia del Equipo Misionero Sin Fronteras se remonta a muchos años atrás y tiene básicamente sus inicios en una amistad larga y duradera entre dos personas para comenzar.

Telmo Casternoque era un amigo y hermano que vivía cerca de mi casa, en Villa María del Triunfo, Lima, Perú.

Sabía yo que él era un misionero y que había venido de la selva hacia Lima y de alguna manera se había comprometido con mi prima Gloria Aliaga.

Telmo era un tipo muy cálido y sencillo. Siempre dispuesto a darte la bienvenida y a hablarte de sus proyectos como misionero.

Recuerdo que cada vez que lo visitaba en su casa me invitaba un café con un pan con algo y pasábamos largas horas conversando de lo único que siempre hemos conversado: las Misiones.

Tiempo faltaría para contar todo el tiempo en que fuimos fortaleciendo nuestra amistad. Yo, un tipo que se dejaba llevar por una amistad y por el buen hablar, sin casi ningún interés más que el de pasar un buen momento con Telmo.

El punto fuerte donde se marca o se vislumbra el nacimiento del equipo es cuando yo le cuento que me he ganado una VISA para vivir en Los Estados Unidos de América.

La emoción de Telmo era inocultable. Su alegría me sorprendía sobremanera. El asombro genuino y el impacto que esa noticia tuvo en la vida de Telmo no dejó de llamar mi atención.

“Tú no sabes cuántos sueñan ir a los Estados Unidos”, me decía una y otra vez Telmo.

“El sueño más grande de un misionero es predicar en los Estados Unidos”.

Y me contaba él de muchos de sus colegas, de cómo ellos ya habían salido fuera del país y estaban haciendo historia en otros países. “Ya me tocará a mí”, me decía.

Recuerdo el día de mi despedida. Fue una noche en marzo del 2001, en mi casa. Fue una reunión sencilla, donde mis amigos más cercanos habían venido a darme la despedida a los Estados Unidos. Había buena música cristiana. Recién estaba casado con mi esposa y nos habíamos reunido en mi casa para despedirnos del Perú.

Telmo no podía faltar a esa reunión.

Él estuvo allí y dio unas palabras de despedida y me dijo: «Tú te vas a los Estados Unidos como un misionero».

Yo entendía esa palabra, misionero, lo entendía teóricamente, pero en mi corazón no había eco del verdadero significado de lo que es un misionero.

Misioneros eran los gringos que salían de América y llegaban a Perú a enseñar la palabra de Dios a los hermanos, sabía yo. Pero un peruano misionero no entraba todavía en mi cabeza.

Recuerdo que salí al frente y Telmo y algunos hermanos hicieron una oración por mí.

Yo, respetuoso de los sentimientos de otras personas, me dejé llevar sin mucha convicción en lo que hacía, pero con respeto. El respeto de un amigo y hermano que sabía esos temas mejor que yo.

En fin, el tiempo pasó y me vine a vivir a los Estados Unidos.

Telmo me había dado un teléfono para llamar, un número telefónico de un pastor que vivía en California, Marcelo Alvarado.

Llamé al pastor Marcelo y me contactó con el hermano Francisco Pérez, quien estaba comenzando una iglesia en Sparta, y allí yo podía ayudar con mi guitarra.

Esto es importante mencionar porque el lugar donde vivo hoy, Sparta, es el lugar que encontré y donde vivo hoy, gracias al contacto que Telmo me proporcionó.

Pasaban los años, de vez en cuando llamaba a Telmo. Él siempre se daba tiempo para mí. Me daba la bienvenida cuando llamaba. Me hacía sentir bien. Me hacía sentir importante. Le comentaba cosas de mi vida aquí y a él le parecía súper extraordinario todo lo que yo le compartía.

La amistad se fortaleció de manera natural. Siempre me recordaba él de mi labor misionera. Yo no ponía mucha atención al asunto porque, aunque aceptaba ser un misionero, mi vida estaba dedicada mayormente a construir mi futuro.

Me matriculé para estudiar inglés en el Passaic County Community College. Lo hice sabiendo que aprender inglés era la clave para triunfar en Los Estados Unidos.

Había momentos de distanciamiento con Telmo, no captaba bien mi misión, lo agarraba y lo soltaba a veces. A veces me emocionaba con el término, otras veces me parecía jalado de los pelos asumir un supuesto llamado a las misiones.

Telmo siempre allí, listo para darme una dosis de locura misionera cada vez que lo llamaba.

Lo nuestro era una amistad bonita, sincera, desinteresada. Nada aprovechaba él de mí, nada aprovechaba yo de él… eso pensaba… Dios, en su gracia infinita, iba sembrando en mi vida y en mi caminar el sentir y el caminar misionero.

Fui al Perú en 2005, a visitar a mis amigos y a mi familia natural, y creo que nos dimos un tiempo para charlar de nuestras cosas, pero sin mucho impacto, nada esperanzador. Quizás, pienso ahora, Telmo se quedó desmoralizado porque la labor misionera que él había comenzado en mí no rendía frutos y, si había un trabajo misionero que desarrollar, yo no me daba por enterado. Estaba más inmiscuido en mi propia lucha por mi sobrevivencia espiritual y material aquí en Los Estados Unidos.

Donde las cosas llegan a tomar más significado es cuando en el 2019, después de 10 años sin ir a Perú, tuve la maravillosa oportunidad de ir a Perú. ¡Oh, qué bendición fue este viaje!

Fui a Perú y tuve entre mis planes visitar a cada uno de mis amigos que, estando acá, en Los Estados Unidos, habíamos desarrollado una amistad sincera como con la de Telmo.

A uno de los primeros que visité fue a Jimmy Urquiaga. Con el pastor Jimmy Urquiaga hay otra larga historia de amistad. Fue Jimmy Urquiaga el que me filmó gratis el matrimonio en el 2001, cuando me casé y no tenía dinero para los gastos del matrimonio. Él estaba por Manchay y allí nos conocimos. Así surgió nuestra amistad y desde allí nuestras conversaciones eran muy ricas y saludables.

Visité también a Alex Guillen y al pastor Juan Carlos Tazza.

A Alex Guillen lo conocía desde muchos años atrás. Con él fuimos a muchas convenciones y festivales musicales y deportivos. Muy sincera nuestra amistad. Me encantó la canción que él compuso y fue ganador de un festival cristiano: “En Jesús hallé el Camino”.

Quería cantar como él, pero la voz no me ayudaba mucho. Él, muy amable, me mandó la letra de la canción con sus notas musicales, y desde allí, de vez en cuando, canto esa canción para mi propio consumo.

Con el pastor Juan Carlos Tazza nos une una amistad no muy larga, pero sí sincera. Lo conocí por medio de mi esposa. Yo trataba de ayudarla para que Bonny diera una charla sobre psicología en la iglesia de Villa en Salvador, donde el pastor Juan Carlos Tazza pastoreaba. Así nos conocimos. Lo primero que hicimos cuando fui a Perú fue ir a comer un par de platos de ceviche cada uno. Fue una celebración de mayor significado. Tratamos temas personales y del ministerio. El pastor Tazza ya estaba trabajando con una iglesia donde él servía a tiempo completo.

Mi último sábado en Perú, el 20 de abril del 2019, tenía planeado visitar al pastor Justo Llecllish, otro de mis amigos con quien tenía planeado conversar en mi viaje a Perú. Justo me había dicho que separara esa fecha para pasar en su casa toda la tarde para charlar y planear futuros eventos respecto de la misión.

Justo Llecllish es mi coach, es así como lo llamo yo. Su amistad y liderazgo han sido de bendición para mí a lo largo de los años. Más que un coach, Justo es un amigo, un hermano. Es un privilegio el mío tenerlo al alcance de mi mano. No siempre fue así: Justo Llecllish era el pastor con quien todos querían conversar, pero el más difícil de conseguir. Sin querer queriendo, yo he tenido el privilegio de contar con él siempre. La amistad sincera y el mutuo pastoreo han sido siempre el común denominador entre él y yo.

Antes de ir a Perú había un grito en mi corazón, un deseo, una oración. Antes de viajar a Perú había orado que, si Dios tiene algo para mí, que me lo deje saber en Perú. Alguna persona me había dicho que Dios tenía para mí algo especial en Perú respecto del ministerio. No sabía qué opinar al respecto, pero estaba entonces a la expectativa durante esas dos semanas que estuve en Perú. Pasaron las dos semanas y Dios parecía no tener nada que decirme, todo sucedía con normalidad y nada de las expectativas tenía apariencia de hacerse realidad.

Nada había pasado en dos semanas y ya estaba a punto de regresar a USA sin descubrir nada de la voluntad de Dios para mi vida.

Se acercaba ya el sábado 19 de abril del 2019 para visitar a Justo Llecllish.

Y aquí es donde creo que Dios comienza a cambiarme los planes…

Se me ocurre entonces a mí no ir a esta reunión con Justo Llecllish que estaba planeada, sino en lugar de eso reunirnos con todos mis amigos, ninguno de los cuales conocía a Justo. Yo conocía a todos ellos, pero ellos no se conocían entre sí, y mi deseo era que se conocieran y poder ayudarnos mutuamente, pensé.

Uno de mis deseos para mis amigos siempre ha sido ayudarlos en sus ministerios. Siempre mi ayuda había sido personal, simbólica y esporádica. Sin mayor consistencia que la de un amigo y hermano que te ayuda cuando puede y como puede.

Nos reunimos todos en una pollería. La pollería Norkys, del centro de Lima. La pasamos súper bien, comimos, reímos, nos presentamos, compartimos, cada uno se presentó, cada uno compartió cuál era su ministerio. Fue fenomenal esa reunión, fue extraordinario. Nada, sin embargo, me hacía pensar que aquí había algo más que un grupo de amigos reunidos para comer y decirse adiós.

Todo terminó, terminamos todos de comer, de reír y de pedir datos personales a cada uno, para no perder el contacto y llamarnos de vez en cuando.

Para mí, eso era todo. Yo no tenía otro plan que el de decir adiós a mis amigos en esta reunión. Pero Dios, pero Dios tenía otro plan mejor que a ninguno de nosotros se nos había ocurrido antes.

Aquí es donde surge la maravillosa mano de Dios manifestada. Telmo tiene la maravillosa idea de que estas reuniones deben continuar, sin mí, pero deben continuar.

Yo, entonces, mandaba unos cuantos dólares y ellos comían un pollo a la brasa en mi nombre y se conversaba acerca del ministerio y de las misiones. Así pasó todo el 2019 hasta que en el 2020 llegó la pandemia.

Dentro de toda esa turbulencia de la pandemia apareció Zoom y surgió la idea de reunirnos virtualmente para orar todos los jueves, y así lo hicimos.

Hay mucho más que decir…

Continuará…

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